No se me ocurría un título mejor para describir lo que significa esta carrera actualmente. La arquitectura, años atrás, era una salida segura, era dinero y estabilidad y eso ha provocado tal cantidad de arquitectos ineptos, mal preparados y sin ningún tipo de amor al arte que, a su vez, ha provocado el descenso de nuestra popularidad entre el resto de la sociedad. Eso unido a la crisis del ladrillo, obliga al sector a amar más que nunca esta carrera y esta profesión.
Los que estudiamos a día de hoy Arquitectura, sabemos que no nos vamos a llenar el bolsillo gracias a ella. No hay hueco para otro Calatrava en este país. Muchos de nosotros emigraremos, otros tantos nos dedicaremos a algo muy ajeno a lo que estudiamos y unos pocos afortunados, podrán vivir de esto con la esperanza de volver a la normalidad; cosa que no va a ocurrir en un corto periodo de tiempo.
Si algo bueno tiene esta carrera, es el amplio abanico de posibilidades laborales que se nos ofrece al obtener el título de graduado en Arquitectura. Sabemos física, dibujo artístico y técnico, manejamos infinidad de programas informáticos, matemáticas, historia, conocemos los materiales, las estructuras, etc. Eso nos abre muchas puertas al mercado laboral, pero cada vez menos. La ya mencionada crisis y el poco respeto por parte de la sociedad, se unen a la temida Ley de las profesiones. Esta ley reestablece los límites entre ingenieros y arquitectos, cosa que no nos beneficia, ya que permite a los ingenieros entrar en nuestro terreno, podrán proyectar y dirigir obras de viviendas y edificios públicos, por ejemplo; que hasta ahora era exclusivo de los arquitectos.
En definitiva, no es una guerra contra los ingenieros, ni contra la sociedad. Lo que hay que defender es la vocación, es el amor por los edificios, la admiración por las estructuras que los sostienen y hacer ver que no todos buscamos enriquecernos a costa del ladrillo.
Irene Carnicero
No hay comentarios:
Publicar un comentario