Esta película nos muestra una clara diferenciación entre dos formas de vida. Una de ellas, la que lleva la familia Arpel, y otra la que lleva el tío del niño.
Éste
último vive en pleno centro, en un edificio antiguo en el que hay mucha
relación con las personas debido a los permanentes encuentros con la vecindad,
frente a la forma de vida de la familia Arpel, que viven en una casa aislada
con un jardín que les separa de la calle y de los vecinos. Para tener contacto
con ellos tiene que ser a través de una visita. Además la casa tiene un jardín
estrictamente organizado, con diferentes espacios para almorzar, tomar café o
simplemente recibir visitas. También tiene un alto nivel de automatización.
El
padre, que ocupa un alto cargo en una fábrica de plásticos, es el típico esposo que mantiene bajo su poder a la familia y no
le gusta la relación que tiene el tío con su hijo. Por eso, él y su mujer, tratan de buscarle
un trabajo en la fábrica o incluso juntarle con la vecina.
La
madre, es la típica “esclava doméstica”, obsesa por la limpieza y mantenimiento
de la casa y ostentosa de su moderno hogar ante sus vecinos y amistades.
El
tío, en cambio, se preocupa de cosas más simples, como mover la ventana para que
el reflejo del sol haga cantar al canario. Y al preocuparse por cosas simples,
se asemeja más al niño, y de ahí la fuerte relación que tienen.
Rosa Barrero
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