“En medio del más profundo sueño…, ¡no! En medio del
delirio…,¡no! En medio del desvanecimiento…,¡no! En medio de la muerte…, ¡no!
Si fuera de otro modo, no habría salvación para el hombre.”
El cuento “El Pozo y el Péndulo” de Edgar Allan Poe relata
la historia de un reo condenado a muerte por un tribunal de la Inquisición. A
tenor de los datos que el protagonista nos proporciona a lo largo del texto,
deducimos que el momento relatado no está muy alejado del presente del momento
histórico en el que se escribe la obra, puesto que durante la vida de Poe,
estaban vigentes la Inquisición portuguesa y la Inquisición romana.
No conocemos el delito cometido por la persona que relata el
cuento, solo que es condenado a muerte y encerrado en un lugar oscuro, sin
dimensiones conocidas, sin tiempo de ejecución: lo más cercano al vacío que nos
podamos imaginar.
El reo, tras el desconocimiento del lugar donde se
encuentra, trata de averiguarlo mediante el cálculo de sus propios pasos al
rodear la celda en la que se encontraba. Cuando termina de rodearla, decide atravesar la superficie,
tropieza y cae, y en ese momento descubre que parte de su cuerpo no se apoya en
el suelo, y deduce que hay un pozo en el centro de la celda.
“Alargué el brazo y
me estremecí, descubriendo que había caído al borde mismo de un pozo circular”.
A su lado encuentra un
cántaro, cuyo contenido parece ser agua, pero en realidad era un somnífero.
Cuando despierta consigue distinguir el entorno en el que se encontraba.
Alza la vista y descubre
que hay un péndulo colgado del techo que comienza a oscilar…
“ Más blancos que la
hoja de papel donde escribo estas líneas”. Así comienza el cuento, con lo que
podemos deducir que el protagonista se salva de su castigo.
El terror, la angustia,
el vacío, la falta de esperanza y la oscuridad se apoderan totalmente del
relato dejando al lector su imposibilidad de elección: solo hay una salida,
seguir leyendo.
Rosa Barrero y Elena Sánchez
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