El dibujo está al servicio de la
arquitectura del mismo modo que la escritura está al servicio del pensamiento y
la imaginación. Es el encargado de hacer visible lo invisible uniendo para ello
el trabajo manual con el intelectual. Así, se convierte en interlocutor entre
la mente del dibujante y su obra, o entre éste y aquellos con los que se
necesita comunicar. Un diálogo que plantea incesantes preguntas, desde el mundo
interno de nuestros pensamientos, hasta el mundo que nos rodea: ¿Cómo es lo que
imaginamos?, ¿qué inventamos a través de nuestros pensamientos?, ¿cómo es lo
que percibimos, qué forma tiene, cuál es la estructura interna que lo ordena o
le confiere el aspecto que nos atrae o
nos repele?. Hasta el más desordenado boceto no es simplemente una huella gráfica
sobre un soporte, es una voluntad de expresar una idea, un descubrimiento, una intuición que se
convierte mediante el trabajo en certeza,
que se materializa y adquiere una presencia propia.
“…es muy distinto el proceso posterior de pintar un lienzo acabado o esculpir una escultura. En estos casos no se atraviesa el tema, sino que se intenta recrearlo y cobijarse en él. Cada pincelada o cada golpe de cincel ya no es una piedra pasadera, sino una piedra que ha de ser colocada en un edificio planificado. Un dibujo es un documento autobiográfico que da cuenta del descubrimiento de un suceso, ya sea visto, recordado o imaginado. Una obra acabada es un intento de construir un acontecimiento en sí mismo.”
Cita de John Berger.
¿Acaso no es más arquitectónico
un dibujo que una obra acabada? ¿No vemos en mayor medida el reflejo de la
personalidad del maestro Gaudí y su deseo por innovar en este dibujo del Templo
Expiatorio de la Sagrada Familia que en la propia obra construida?
Es cierto que la obra, aún
incompleta, que podemos visitar en Barcelona intenta seguir al pie de la letra
los planos diseñados por Gaudí para reflejar su esencia y su intención, sin
embargo, en este dibujo vemos el diálogo entre el autor y el papel, entre el
autor y el resto de la humanidad, en definitiva, la esencia de su pensamiento y
su persona, e incluso podemos imaginarlo en la soledad de su estudio creando lo
que se ha convertido hoy en un mito para muchos arquitectos y para aquellos que,
disfrutando y aprendiendo de uno de los grandes de este país, intentamos serlo.